Santa Semana

Pues ya llegó uno de los días que con más ilusión esperamos cada año. Mi querido Domingo de Ramos. Desde hace diecinueve años, es uno de los días más especiales para mí. 

No sabría decir si es por creencia (en parte sí), religiosidad o porque simplemente me hace reencontrarme conmigo misma. Ponerme bajo el capillo y debajo del paso me hace florecer un montón de sentimientos con los que voy capeando durante toda la procesión.

El paso al ritmo repetitivo de los tambores y el silencio roto por las cornetas me hace ir pensando en mí, en cómo me siento, en si soy feliz, en las personas que tengo a mi lado haciéndome feliz  y me acompañan durante toda la procesión, en quienes tuve un día y hoy ya no están pero que también me apoyan desde arriba, qué aspectos de mi vida no me hacen feliz y cómo puedo cambiarlos, qué momentos o personas me gustaría recuperar, qué cosas he conseguido hasta ahora y qué cosas quiero alcanzar, cuáles son mis planes y qué es lo que verdaderamente me hace feliz.  También camino agradecida por todo lo que la vida me ha ofrecido aunque haya tenido que luchar por ello y esperanzada pensando en todo lo que está por venir. Me siento tranquila y en paz. El estar con uno mismo es algo que deberíamos de hacer todos cada cierto tiempo. Cada uno encuentra la forma y el momento de hacerlo y yo he encontrado el mío. Por eso, esas hora que paso bajo el San Juan me dan paz y tranquilidad. Sé que a algunos les parecerá una bobada, pero me hace mejor persona. Por eso para mí, esta semana es tiempo de reflexión, agradecimiento y reencuentro conmigo misma.

Ese sentimiento que sólo me produce la Semana Santa he querido transmitírselo a mis hijas que desde que nacieron me acompañan vestidas con su túnica al patio donde nos reunimos antes de que salga la procesión. No sé qué concepto tendrán ellas de la Semana Santa ni qué emociones les provocará pero el que compartan este momento conmigo me hace enormemente feliz.

Y cómo decimos al terminar cada procesión: ¡Que sea enhorabuena!

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