Graduando sentimientos

Hace unos días, mi hija la mayor se graduaba. Termina educación infantil y en su cole hacen un pequeño acto para los padres. Sobre este tema hay muchas opiniones y demasiada controversia. Que si es realmente necesario una graduación a estas edades, que si nos estamos “americanizando”… En fin. 

Yo lo que vi y lo que viví el otro día va mucho más allá. Estuve presente en un acto preparado con mucho cariño por parte de las maestras en el que nos demostraron todo su amor por su trabajo y por nuestros niños. Nos mostraron todo lo que nuestros hijos habían aprendido, vivido, crecido… Vimos unos niños emocionados y felices demostrándonos que están preparados para comenzar la siguiente etapa, dar un paso más y seguir creciendo como personas en todos los ámbitos de su vida. Vi a unas maestras emocionadas por haber acompañado durante tres años a unas personitas que sin duda las consideran como una segunda madre y que están preparados para volar de sus brazos. Vi también, unos padres y madres emocionados por ver cuánto han crecido sus hijos y orgullosos de haber elegido un lugar en el que sus hijos son felices.



Por mi parte, desde que puse un pie en el salón de actos y Lucía me saludó con la manita, comenzaron a caer las lágrimas. Los que ya me conocéis un poco sabéis que soy muy sensible, así que os podéis imaginar que no solté el pañuelo durante todo el acto. Me sentía orgullosa de lo que mi pequeña ha conseguido y me acordaba del primer día que llegamos a ese cole y la llevaba de la manita subiendo las escaleras que para ella eran enormes. Yo iba con un miedo terrible y preguntándome si habríamos elegido bien y si allí dentro mi hija sería feliz. Ese mismo día cuando la fui a buscar, supe que no me había equivocado y que en ese cole nos esperaban muchas aventuras. Ahora, tengo sentimientos parecidos por la incertidumbre de no saber cómo será el curso que viene. Cambiamos de horario, de profe, de aula, de metodología, de compañeros… Y yo me pregunto si se adaptará bien, si se sentirá a gusto y si seguirá siendo igual de feliz.

Así que para mí la graduación fue algo muy especial y muy emotivo sobre todo en un determinado momento cuando en medio de las lágrimas, my love me cogió de la mano, me miró a los ojos y me dijo: ¡Lo estamos haciendo bien! Sólo le faltó terminar la frase con un ¡coño! A lo Lucia Be.
Qué necesario es que de vez en cuando alguien te diga que lo estás haciendo bien en esta gymkana que es la maternidad, llena de miedos, inseguridades y equivocaciones. En ese momento no pude más que sonreírle y llorar más aún si cabe. Y ahora, en estos días que están siendo difíciles, agotadores, cansados y complicados, me acuerdo de esa frase y pienso: ¡Lo estás haciendo bien, coño!



Si todo esto, me ha llevado a reflexionar, a sentir que mi hija es feliz y a darme cuenta de que no lo estoy haciendo del todo mal: Pues ¡que vivan las graduaciones!

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