Tiempo de Gymkana
El estrés y el cansancio de estos últimos días han hecho que me pare a reflexionar sobre cómo de rápido gira el mundo y si va a la misma velocidad que yo. De ahí, eso de ¡que paren el mundo que me quiero bajar!
Se me empiezan a acumular las autorizaciones y las circulares en la mesa de la cocina. No doy a basto a firmar. Y cuando ya crees que está todo, aparece una nueva para una salida de no sé qué o protección de datos de no sé cuál.
A todo esto le sumamos que en mi casa empieza la temporada de fiestas y cumpleaños. Que si preparativos, regalos, decoración… y ¡cómo queda la casa después! Pero así estamos, con la casa llena de globos rondando varios días por el suelo, las habitaciones llenas de disfraces, plumas, purpurina, la mesa hasta arriba de circulares y autorizaciones, mochilas de excursiones… Pero ¡felices! Felices de seguir aprendiendo, de celebrar, de crecer y de disfrutar de las pequeñas cosas. No digo que no haya habido momentos de agobio y estrés pero me di cuenta de que es imposible llegar a todo. Es más, no tengo porqué llegar. Somos felices con nuestras imperfecciones, nuestros juguetes tirados por el suelo y los cacharros del desayuno en el fregadero. Eso sí, la sonrisa siempre puesta y dispuestos a seguir bailando la vida. Porque si te quedas mirando cómo bailan los demás, cuando te des cuenta se habrá acabado la verbena.
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